viernes, 8 de abril de 2011

LOS GAMONES

El fin de semana pasado estuve en el pueblo, aunque allí la primavera siempre viene con algo de retraso, ya han salido los gamones en La Vega.
Ya están los prados tachonados de ellos, ya han brotado en rincones y jardines; Su vida es muy fugaz, igual que aparecen se borran del mundo sin previo aviso.
En algunos sitios les tienen como plaga, en La Vega nunca oí protestas al respecto de su aparición. 
Para mi son como un milagro, todo el verano, otoño, invierno, escondidos bajo tierra inmóviles, para desperezarse únicamente con el fin de vivir la primavera, y ni siquiera entera.
Tengo sembrados en el jardín de mi casa unos cuantos, y cada año puntuales a su cita aparecen donde les dejamos el año pasado.
Les veo en Madrid en glorietas de renombre, de corola más grande, de porte más estirado, y la gente les llama Narcisos, a mi me gustan los del pueblo, más pequeñitos, bravíos, montaraces, anárquicos, insurrectos, testigos del discurso bronco de los arroyos, valientes audaces pioneros de la primavera, ofrenda en los altares de la iglesia, okupas de los jarrones vacíos de las casas, hasta lo insignificante de su fragancia les adorna.
Todos los años procuro no perderme la cita con los Gamones.




AL GAMÓN

En el frío invierno fragua se forma,
bajo una tierra no tan dormida
si no en dulce gravidez sumida,
de la muerte y sus zapatos, horma.
Al principio de subir de la tierra
se muestra cerrada y discreta,
de tallo erguido nada coqueta,
una de tantas que pueblan la sierra.
Pero el tiempo le hace alumbrar
igual que llama en flor luminosa,
incendia los prados al amarillear
y en el espejo del río, se ve hermosa.
Es el narciso fugaz que al naufragar,
se iguala en vanidad a la rosa.