miércoles, 23 de mayo de 2012

POR PRIMAVERÍAS

Cuando dije, que tendríamos que vivir siempre en primavera se me echaron encima todos los alérgicos que tenía alrededor, sin embargo no me desdigo, y sigo rotunda en esta afirmación, me encanta este tiempo luminoso, templado, lluvioso, cambiante y loco, donde todo parece que está por estrenar.

En la ciudad es por pura intuición que adivinas su llegada, pero cuando voy al pueblo puedo constatar que no es un mero anuncio de grandes almacenes.

El fin de semana pasado tuve mi bautismo primaveral del año, siempre digo que es en Mayo y sobre todo junio cuando mejor se está en el pueblo con diferencia, hubo sol, nubes, lluvia, viento, frío e incluso una borrasquina de nieve, el campo lucía como una banderola inmensa y verde, y los manzanos parecían cuajados de nieve por su flor.

¡Lo siento por los que se tengan que vacunar contra la primavera!, yo la disfruto siempre a todo a pulmón.







SEXTILLAS PRIMAVERALES
Tras el frío soberano
la tierra arroja la manta,
al preludio del verano
la llovizna la amamanta,
arpegios de sol soprano,
invierno en fuga y tocata.

La primavera es un piano
la naturaleza canta,
con las notas de su mano
suena en la hierba una sonata,
y las flores del manzano
tienen acordes de nata.






martes, 22 de mayo de 2012

EL CIELO AQUÍ, TAMBIÉN GIRA

Barrio de las Hermanas 19 de mayo de 2012
Hace poco tuve la ocasión de ver la película titulada "El cielo gira", grabada en un pueblecito de Soria, Aldealseñor. Dirigida por Mercedes Álvarez y de tipo documental, encadena dos historias a la vez: la de un pintor que va perdiendo la vista, y ve como van desapareciendo formas y colores delante de sus ojos, y la de los (por entonces), catorce vecinos de esa población que ven como su pueblo, su estilo y filosofía de vida, van igual que los colores y las formas del pintor desdibujándose con el transcurrir del tiempo.

Según veía la película, en cada plano no me era complicado cambiar de paisaje con la imaginación, y ver en ellos las calles o lugares de La Vega, o verme sentada a la lumbre baja en el banco de madera (el escaño), charlando con Tía María y Tío Maxi, o vislumbrar la cocina de mi abuela, ver a los matrimonios juntos en el esfuerzo y la fatiga del trabajo del campo. No me resultaba ajeno saborear las charlas al lado del árbol de la plaza o al pie de la fuente, las anécdotas, los razonamientos sobre ciertas inquietudes o la actualidad, ni la resignación (aceptación más bien), de la vida que llevaron y llevan. Palpé su felicidad y sentí las ventiscas, el calor del sol a la puerta, la modorra de la siesta, o el aire secando la ropa... Reconocí muchos de los sonidos y casi todos los silencios, reconocí al perro tumbado al sol en mitad de cualquier calle, y al gato mimoso, y vi en todos los protagonistas y actos un equivalente vegato.

El cielo gira, aquí y en Soria.

Lo malo no es que desaparezcan las personas, ni los pueblos (que están indefensos), lo realmente peor es caer en el olvido, por mucho que dijera Mario Benedetti que “el olvido está lleno de memoria”.

Si tenéis la ocasión, no os perdáis esta película, pero no esperéis ver ningún actor conocido, ni ninguna alfombra roja aunque esta peli, fue merecedora de varios premios.

De otro lado, no se si sois de los que les gusta leer, y al hilo de este comentario os recomiendo la lectura de la novela de Julio Llamazares “La lluvia amarilla”, que trata de los últimos días del último habitante de un pueblo de Huesca (Ainielle).