Cuando era pequeña e iba de fiesta a la Herguijuela, y nos quedábamos en la casa vieja de mis abuelos, una cosa de lo que más me gustaba, era subirme a un columpio de soga que había a la puerta… aunque áspero, y con muy poco recorrido a mi fascinaba, primero porque no se parecía en nada a los de Madrid, y segundo porque era mío...
Anudado en una viga
más vieja que el abuelo,
cuelga su cuerpo de soga
a pocos centímetros del suelo,
a sus potentes brazosla niña firme se agarra,
se acomoda en su regazo,
mullido con una manta.
Y al infantil y leve impulso,
él la hace volar
en su corto recorrido,
hacia delante, hacía atrás,
sus articulaciones tensas
crujen a coro con la viga,
la niña al vuelo sus trenzas
le jalea con su risa.
Vuelo sin motor
corazón al balanceo,
y el cielo tan cercano
desde el columpio del abuelo.