martes, 30 de abril de 2019

EL ARMA SECRETA



Pues sucedió un verano en la década de los sesenta, que cierto chaval de la Hergui  tenía un jefe muy enrolladlo, tanto, que le dejo su flamante deportivo para que se fuera a las fiestas de su pueblo, o donde quisiera, así que sin esperar a que cambiara de idea, se presentó en su pueblo con aquel Aston Martin último modelo y todo maqueado, dispuesto a quemar las fiestas de su pueblín.



Como no se llevaba lo del Dry Martini, es probable que en casa del Cuco, se tomara un calimocho, o tal vez un whisky de esos que lijan la garganta, eso si, mezclado no agitado.

La noche se presentó bien, pues enseguida congració con unas cuantas chicas venidas del pueblo cercano de San Bartolomé de Tormes, una dijo que se llamaba  MoneyPenny o algo así le pareció entender.

Por aquel entonces era muy común eso de ir y volver andando a las fiestas de los pueblos de al lado, por eso él se ofreció caballeroso (desde La Herguijuela con amor), a llevarlas de regreso al pueblo en el coche, irían un poco apretados pero daba igual, ellas aceptaron encantadas, aunque eran menos de 007 km campo a través.

Una de las mozas tenía cabras, y fue contando por el camino que estaba preocupada porque había echado en falta una, y hete aquí que como si hubiera habido un conjuro de invocación, apareció la cabra díscola en el borde la carretera, así que sin más contemplaciones echaron la cabra dentro del coche también, y enfilaron hacia San Bartolo.

¡Quien sabe si a partir de esta anécdota el servicio secreto de su graciosa majestad con Mr Q a la cabeza, empezó a diseñar dispositivos que camuflados en el coche le daban vidilla a cierto agente secreto, tal vez se les ocurrió:  ¡un enemigo nunca se esperará que una cabra salga de sopetón de una guantera…!, la sorpresa sin duda le desconcertará lo suficiente para poder reducirle.

Si alguien me lee, puede intuir que no soy muy dada a delatar la identidad de nadie, pero en este caso, y sin que sirva de precedentes, me voy a saltar la norma, porque al fin y al cabo la anécdota carece de maldad, por no haber no hubo ni villanos ni villanas, y tuvo un final feliz para todos los protagonistas, incluida la cabra.


Si, como no nombrar al entrañable Jino
                                                       Mo-Jino.  




Par él un So-Be
 Un Be-So