martes, 12 de septiembre de 2017

ESCENAS CERCANAS DEL VERANO: EL GORRIÓN PATIZAMBO


Esta entrada va dedicada a mi suegra Elisa, por los universos que me descubrió.



Gorriones en el corral de Elisa - Verano 2013

A menudo, en los veranos y las largas temporadas de reposo, en que nos apoltronamos en una tumbona, se nos va el tiempo contemplando lo más inmediato y cercano, como si el campo visual se redujera a la mínima expresión.

Y sucede que en esa breve panorámica de las cosas descubres todo un universo, que tiene también su propio devenir, su rutina, su circulación, su norma y ley, su geografía, su flora y su fauna.

Así, en el corral de Elisa, algunos veranos, nos hemos entretenido con las bandadas de gorriones, que tal vez por efecto llamada, acudían a picotear el arroz que generosamente se les esparcía en la piedra del molino, o de la alcantarilla.

Y cronometrábamos el tiempo que tardaba en llegar el primer gorrión (a modo de pionero) desde que echábamos el arroz, hasta que llegaba el resto (por docenas les contábamos), y veíamos a las madres dar de comer a los pequeñines (piones les bautizamos), que corrían tras la madre aleteando desaforados, y les veíamos beber el agua en el hueco de la piedra de molino, y que nunca, se acababan de un trago.

Y eran escurridizos, asustadizos, lejanos esquivos, y también entre ellos algo "tufiñas" y tramposos ladronzuelos, pues no dudaban en arrebatarse el pan o el grano del pico unos a otros, pese haber comida de sobra para todos.

De todos los que poblaron ese verano, hubo uno que tenía un problema en una patita, que parecía más larga, y que llevaba como arrastrando, y al que bautizamos como "el gorrión patizambo". Este gorrión iba un poco por libre, no se espantaba con tanta facilidad, y a menudo se quedaba solo picoteando en la comida, e incluso se atrevía a entrar hacia el portalillo de la casa y meterse bajo las tumbonas, sin duda se convirtió en nuestro favorito.

EL GORRIONCITO VALIENTE
De todos los gorriones
que han poblado este verano,
el más audaz y valiente
ha sido el patizambo. 

Saltando a la patita coja
no dejó, de arroz un grano,
y perdida la vergüenza
casi picotea en nuestras manos.

Libre y en solitario
independiente de la bandada,
llegó más lejos que otros
que no tenían la pata zamba.

Me ha enamorado ese gorrión,
gordito y cojitranco,
sin otra vocación
que tomarse la vida de un trago.  

Otros gorriones han pasado, pero ninguno como él.

Este verano no ha habido casi gorriones, (tal vez no soportaran la ausencia de Elisa).

Cada año es menor su número, no sólo en el corral, en el pueblo en general como si estuvieran desapareciendo, ¿alguien sabe el por qué?. 

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