Quien bien
come, bebe bien,
quien bien
bebe, concededme
es forzoso
que bien duerme;
quien
duerme, no peca; y quien
no peca, es
caso notorio
que si
bautizado está
a gozar del
cielo va
sin tocar
el purgatorio.
Esto arguye
perfección;
luego,
según efectos,
si los
santos son perfectos,
los que
comen bien, lo son.
(Ruiz de
Alarcón)
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Merienda en el campo - 2.008 |
Este poema es muy propicio para recitar al
inicio, al medio, o al final de un buen banquete, yo ya me le sé de memoria por
si acaso me veo en alguno.
Y también me ha traído a la memoria, a
aquel vegato, que enumeraba lo que comían en casa:
“Pues nosotros, comemos unas patatas, un
trozo de queso, una “tajá” de lomo de olla, un cacho chorizo, una morcilla,
unos huevos fritos, unas sardinas, un poco de salchichón, unos torreznos, una
tortilla, unas aceitunas, unas sopas de ajo, unos pipos, una ensalada de pamplina, una olla de
berza, unas migas, y luego, luego ya no comemos más hasta que nos da hambre….”
Lo que no comentó, es si bebían agua o
vino, refrescos (de la pitusa) o aguardiente, y si lo hacían en bota, en
porrón, en botella con pajita o se echaban un “vasodoble”.
¿Arguye o no perfección?
Bautizados estaban…
¿Alguien más se apunta a la santidad?
Argúir, ¡menudo verbo!
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