Un año más y ya van tres, se ha organizado la ruta de los belenes por los pueblecitos de Gredos Norte.
La Vega, como en ediciones anteriores ha presentado su propuesta, y ha montado el Belén en el local de la antigua fragua.
La profusión de detalles es tal, que me ha costado un poquito localizar el misterio.
¿Habéis localizado el misterio entre tanto despliegue?, seguid la flecha.
Desde luego han estado súper entretenidas con este montaje, llevan unos cuantos fines de semana reciclando materiales, y recuperando y restaurando piezas de años anteriores. Sólo por eso, merece la pena reivindicar la Navidad.
A mi sin embargo, me gusta mucho más la propuesta, más intima y recogida, del Belén que se instala en la Iglesia, este año con figuras de la propia parroquia que han descendido de los altares, y otras un poco futuristas.
Y es que me parece que esto de las navidades se nos ha ido de las manos, en todos los sentidos, las luces, los adornos, las comidas, el buenrollismo, el dispersarse distraerse, el abrir un paréntesis ficticio, en vez de centrarse en lo esencial, lo necesario, lo puro.
Tal vez no esté yo de humor para festejar este año, y de ahí estas líneas tan sombrías, pido perdón.
¡Ojalá no obstante se imponga el espíritu navideño!, y que ese paréntesis sea muy largo en el tiempo, y no una simple anotación, ¡ojalá!, los villancicos se impongan al ruido de las bombas, y que en las tierras de los países en conflicto, como en las cercanías de Belén, todos los días, y todas las noches sean por fin de paz.
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