lunes, 15 de abril de 2024

¡HOMBRE PERICO...!

 

Foto Exposición Bodas de antes - verano 2010

El agua corriente a las casas no llegó al pueblo hasta bien cumplidos los mediados de los setenta, por lo que muchas de las necesidades básicas y ordinarias del día a día, o se hacían a escape libre (en corrales, campo), o en el orinal, llamado también bacín, bacinilla, dompedro, o perico entre otros sinónimos.

De barro, porcelana o plástico, en casi todas las alcobas de las casas había uno, o varios, debajo de cada cama, para resolver los apuros nocturnos.

Y no era cosa baladí, lo de sentarse ahí y no perder el equilibrio, ni lo de vaciarlo...(vamos a ahorrarnos las descripciones).

Memorable fue aquella vez que me contaron de cuando fueron a ayudar unos mozos a su vecinos con la matanza, y al retirar una cama apareció ya una longaniza de dos o tres vueltas...(¡así come el mulo así caga el culo!, dice el refranero español)

Estoy por decir que todos los orinales del pueblo ya están en desuso, arrinconados en los "doblaos" (desvanes), o incluso arrojados al vertedero si estaban "desportillados", algunos sin embargo, sabemos de buena tinta, que aún están de guardia, silentes y a la espera. Hace un par de veranos nos contó uno de los vegatos más salaos que hay, que cuando barría por debajo de las camas, y la escoba tropezaba con el orinal y sonaba el clon clon clon, le gustaba decir ¡Hombre Perico si estás aquí! ¡Cuánto tiempo!, decía que le pasaba en todas las camas menos en una, pues ahí faltaba, así que le encargamos uno, y se lo regalamos para su cumpleaños, para que cuando sacudiera todas las camas tuviera el carrillón completo.

Existe en Ciudad Rodrigo (Salamanca), un museo dedicado a este utensilio, que es cierto puede parecer anacrónico, pero versionado es de uso habitual en centros hospitalarios, o para el aprendizaje de control en caso de los niños y niñas.

Pongo enlace del museo por si os apetece echar un vistazo: Museo Orinal

Y ahora los ripios de rigor al orinal, (por si tuviera poco que aguantar...)

Tú que siempre me aguardas
paciente y fiel todas las noches,
que no me lanzas ni un reproche
si me vacío en ti de madrugada.

Tú al que duermo abrazado
cuando todo me da vueltas,
y la más feroz de las tormentas
en mi cabeza se ha desatado.

Tú omnipresente en mi alcoba
escondido, agazapado en un confín,
te muestras alegre y cantarín
si te acaricio con la escoba.

Tú que no haces distingos
de clase, religión ni naciones,
cuando te cargan de razones
de lunes a domingo.

Y habrá quien te tache de banal
por tu tez de porcelana,
más humillan ante ti con gana
bien lo sabes orinal.

 

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