Que las patatas han quitado mucha hambre, es algo que no voy a descubrir aquí.
Son muy versátiles, y se pueden preparar de mil formas diferentes.
Con esta entrada quiero hacer un homenaje a un plato muy típico de Ávila y de sus pueblecitos, La Vega incluido.
A mi me da igual que hayan cerrado el Bulli
RECETARIO POÉTICO: ODA A LAS MACHACONAS
Un baño burbujeante
recibe a la patata desnuda,
baño de sal con laurel
que la deshace en ternura.
En aceite bien caliente
los torreznos en la sartén
se preparan para el diente
dorando y crujiendo la piel,
en la grasilla de este suplicio
(torreznos a lo inquisición),
hay que añadir un buen pellizco,
de la Vera, el pimentón,
chisporrotea el aceite
cuando le añades el agua,
¡el pimentón que no se queme!
el aroma inunda..., cocina y
alma.
Este prodigioso refrito
maridaje hace con las patatas,
que machacadas al puntito
se ponen bien coloradas.
En cazuela de barro
se sirven en la mesa
adornadas con torreznos,
¡sabrosa sencillez de
tierra!.
Hay a quien además le gusta
acompañarlas con aceitunas y cebolla cruda, a mi me gustan solas con un
torreznillo o dos, no las comemos muy a menudo, pero tenemos la costumbre de
hacerlas para comer el día de Nochebuena, en honor a una tía que vive en
Valencia y viene a pasar esos días con nosotros.
Estoy por decir, que después de
leer esto, alguien se animará a preparar unas patatas machaconas, o revolconas
como dicen los de Ávila, o le dirán a la parienta ¡reina, hace mucho que no
comemos...!, ¡ya me contareis!, si estáis cerca de Callao ¡avisadme!.
¡que hambre tengo!, ¡que hambre
tengo!, ¡me comería a Dios por una pata....!.
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