Este
fin de semana hemos estado a moras, hemos pateado más que el año pasado para
hacer acopio, y hemos perfeccionado la técnica para evitar salir en exceso
crucificados, con todo, los zarzales siempre recuerdan un poco, que a menudo la
recompensa requiere su sacrificio y esfuerzo, (mi tobillo izquierdo, mi mano
derecha así lo constatan).
Daños
colaterales y bla bla, bla, que se olvidan cuando en la boca estalla el sabor
agridulce de este fruto bravío y salvaje.
Septiembre
se nos va dulce, dorado, hermoso, y al salir del pueblo se me ha quedado el
corazón, enredado en los zarzales…
¡Bienvenido otoño!
Septiembre
que
te vas,
y
dejas los besos
enredados
en los zarzales,
septiembre
agridulce
de moras,
de
adioses con espinas
y
dorados otoñales.
Madrid 23 de septiembre de 2013
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